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LA DEMOCRACIA ILUSORIA
CANARIAS SEMANAL
Con un despliegue mediático muy a la norteamericana, se enfrentaron en la noche del lunes ante las ávidas cámaras de televisión los dos contendientes del bipartidismo institucional. El objetivo principal de la fanfarria consistía, ni más ni menos, que en proporcionar un escenario suntuoso a las diferencias accesorias existentes entre dos proyectos políticos idénticos.
Por tanto, ninguna sorpresa podían depararnos los debatientes, salvo aquellas propias de la habilidad oratoria de cada uno de ellos, o sus destrezas respectivas para ocultar los aspectos más lacerantes del diktat impuesto por las instancias que realmente rigen la vida económica y política institucional española y europea. La técnica recurrente de ambos fue elemental. El Sr. Rajoy trató, con torpeza, de ocultarle a sus electores la batería de recortessociales, privatizaciones y "reformas" laborales que sus patrones de la Banca alemana y francesa le imponen y que, en su parte alícuota, ya ha ejecutado el Gobierno socialdemócrata. La estrategia del Sr. Pérez Rubalcaba consistía en atribuirle al programa del Partido Popularunos propósitos cuyos primeros tramos ya se encargó de ejecutar el propio Gabinete del que él mismo fue vicepresidente. Ninguna novedad, pues, en la feria electoral con la que estos días nos abruman.
La mercadotecnia política utilizada por las denominadas "democracias occidentales"consiste justamente en construir una fachada de falsas diferencias tras las cuales solo se esconde una identidad común. De esa manera se logra que el espectador – nosotros, los potenciales electores - resulte atrapado por la ilusoria sensación de que realmente dispone de la posibilidad de elegir entre los dos programas aparentemente diferentes que nos ofrecen unos candidatos clónicos.
El invento no es, como se sabe, genuinamente hispano. Lleva ensayándose con éxito desde hace más de siglo y medio en aquellas sociedades en las que se inauguró el "libre mercado".La eficacia del artilugio ha sido tal que los países del capitalismo hegemónico han logrado que el ejemplo se reproduzca en una buena parte del planeta. Es cierto que este ingenioso artefacto ilusorio no siempre funciona. A veces - muy pocas, por cierto - falla y los resultados llegan a no coincidir con los deseos de los administradores del artilugio. Pero no importa, porque en última instancia, como la historia se ha encargado de demostrar hasta la saciedad, siempre queda en la retaguardia un pelotón de soldados dispuestos a salvar a la civilización - su civilización - de quienes se han atrevido a cuestionarla.
¿Estaremos, pues, irremediablemente condenados a contemplar inermes espectáculos como el de la noche del pasado lunes? ¿No existe forma posible de romper la arraigadaquimera de que el sistema nos está ofreciendo la posibilidad de elegir? Para quienes sostenemos la creencia de que para la preservación de este frágil planeta y de nuestra propia especie es imprescindible acabar con el sistema económico que lo acosa, es perentorio recomenzar a tener claro que las instituciones creadas por él - incluida la parlamentaria - no están diseñadas para destruirlo, sino para consolidarlo y perpetuarlo. Y que la única alternativa a este engaño recurrente consiste en proceder a la construcción de la organización social de la ciudadania y de las clases oprimidas. Solo partiendo desde este requisito se podrá provocar el desmoronamiento del sistema económico y político que deseamos hacer desaparecer.