¡No le eches la culpa a la Lechuga!
Una noche, varios estudiantes esparcieron queso Limburgo sobre el labio superior de un compañero de cuarto mientras éste dormía.
Una noche, varios estudiantes esparcieron queso Limburgo sobre el labio superior de un compañero de cuarto mientras éste dormía.
Al despertarse, el joven sintió el mal olor y exclamó: “¡Esta habitación huele mal!”
Se asomó al pasillo y dijo: “¡El pasillo huele mal!”
Saliendo del dormitorio dijo: “¡El mundo entero huele mal!”
¿Cuánto tiempo crees que tardó en darse cuenta de que el problema estaba debajo de su nariz?
Es fácil, y hasta nos resulta natural, encontrar defectos en el mundo que nos rodea, y seguir ciegos a la manera en que contribuimos al problema. ¿Seremos nosotros el problema?
Cuando plantamos lechuga y no crece bien, no le echamos la culpa a la lechuga, sino que buscamos las razones por las cuales no está creciendo bien. Tal vez necesite fertilizante, o más agua, o menos sol.
En el huerto de nuestras relaciones interpersonales, nuestro trabajo como jardineros es buscar el clima más propicio y nutrir el suelo.
Debemos quitar la maleza del negativismo y la autojustificación para proteger las tiernas plantas del calor de los celos y de los fuertes vientos de la ira.